Teoría y Ética de la Comunicación
CICLO LECTIVO 2015 -
Prof. Lic. Daniel do Campo Spada | Lic. Romina Casas

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Réquiem para los signos.

En este sitio ya hemos hecho sobradas referencias a que los humanos nos movemos en un mundo simbólico. De esto no podemos desprendernos. Es inherente a nuestra condición de ser. Quizás por ello merezcan un espacio los creadores o padres de la lingüística y sus teorías básicas, desde donde nace el cuerpo teórico de la comunicación (aunque esta, como ya hemos explicado es tan vieja como la Creación misma).

La semiología.

Un signo es algo que está en lugar de algo. Cuando hablamos con alguien sobre las virtudes de un vehículo, la palabra “coche” o “carro” está en el lugar del auto. Representa, con un conjunto de sonidos o símbolos de escritura el lugar del auto verdadero. Esto también cabe decirlo cuando hacemos un dibujo o revelamos una foto. ESO, está en el lugar del OTRO verdadero.
Como explicamos en el capítulo de Programación Neuro Lingüística (PNL), cuando vemos algo, inmediatamente en nuestra mente se instala la palabra que lo identifica. Si no conocemos su nombre, lo reemplazaremos con otros tales como “cosita”, “pendorchito”, etc. Pero siempre, le pondremos un nombre. Esto nos remite indefectiblemente a los Ferdinand de Saussure -foto-(Suiza, 1857-1913) llama “imagen-acústica”. Como vemos, allí hay una dicotomía, ya que la imagen la percibe la vista y lo acústico (sonido) el oído. En nuestra mente, ello se da en forma simultánea, aún en personas no videntes o hipoacúsicas.


A todo debemos ponerle nombre.
Cuando no lo sabemos, lo inventamos.


El signo es un hecho perceptible, que puede instalarse en lugar de algo imperceptible. La percepción es el inicio del cuadro comunicacional básico, como explicamos oportunamente. De hecho, es una convención estructural que corresponde a cada sociedad, donde su base es el idioma. Quienes nos movemos en Argentina, al auto le llamamos “coche”, en tanto en México el nombre que recibe es “carro” y en los países angloparlantes se usa “car”. Pero en definitiva, todos esos signos están en lugar de algo, que es un vehículo autopropulsado.

Según Saussure, la semiología es la ciencia que estudia la vida social de los signos en el seno de la sociedad. Aunque en principio la definición nos parezca redundante, vale la reafirmación.


Los semiólogos sostienen que su ciencia puede estudiar todo, algo que los comunicólogos sostenemos que corresponde a la comunicación ya que está desde el principio. Aunque en los ámbitos académicos sea mas joven, en el espíritu de su justificación es anterior y abarca a la semiología y su derivación semiótica.


De todas formas, la semiología (como sub ciencia de la comunicación) se especializa en el análisis de los discursos (desde el sentido más amplio). Por ello se toma el espacio de estudiar las conversaciones, la moda, la vestimenta, etc., donde se de un conjunto coherente de signos que respetan algún orden o desorden, pero que –fundamentalmente- mantienen algún tipo de relación.
Detengámonos un poco en el tema del orden. Aún cuando buscamos crear algo desordenado, estamos estableciendo un nuevo orden. Cuando un grupo hippie, como los que había en los 70 y principios de los 80 luchaba contra el orden establecido en la vestimenta y el diseño, le contraponía algo diferente, pero que tenía su propio orden. Vestirse con una túnica no era informal sino un nuevo tipo de informalidad.
Los jóvenes creen que al vestir con jeans y zapatillas están adaptándose a algo informal o casual, y no es así. Eso responde a la formalidad que se asocia con gente de su edad.

Nunca se puede emprender un estudio sin concebirlo desde un punto de vista de racionalidad. Desde la naturaleza hasta las obras de los más pequeños, siempre responden a una lógica. Lo que cambia es la razón, pero no la presencia o ausencia de esta.
Todo discurso esconde la finalidad de comunicar como hecho externo. Si queremos profundizar hacia el interior del discurso, nos encontramos con la lingüística como herramienta de incursión.
En todo proceso cultural intervienen agentes humanos que modifican los objetos para que respondan a su lógica simbólica que termina siguiendo a una ideología. Aún en el discurso científico hay ideología. Umberto Eco (Italia, 1932) sostiene que la tarea del semiólogo es equivalente a la del investigador policial, ya que en un discurso debe rastrear la causa motivante, desde donde se reconstruirá el proceso de producción.

Al igual que cuando se habla de signos en semiología, un discurso afirma y niega a la vez. Su forma concreta es siempre en sentido positivo. Su forma abstracta no necesariamente es la negativa. Cuando emito un discurso, la forma perceptible es lo que no es, y lo no emitido es lo que no es. Veamos el claro ejemplo de cómo llama la atención cuando en una situación particular, alguien omite mencionar algo que todos estaban esperando. Esa ausencia concreta se convierte en un fuerte significante que despierta la subjetividad mas extrema. En política esto se pone de manifiesto cuando el dirigente no habla (ni a favor ni en contra) de un tema candente y del que todos están expectantes.


Dejar las cosas como están
es una manera de hacer algo.
El decir “yo no me meto”
es involucrarse.

Ferdinand de Saussure.

El lingüista (de hecho se lo considera fundador de esa ciencia) suizo trabajó con el signo lingüístico orientado hacia la evolución social de la lengua, siendo el objeto de estudio de esa especialidad. El lenguaje, dividido en lengua y habla, es un objeto heterogéneo que por el momento es inabarcable en su totalidad por ninguna teoría. Sobre él se realizan estudios parciales sobre sus partes (sígnicas, psicológicas, formales, etc.).
La lengua según Saussure, es el conjunto de convenciones que le permiten a una sociedad utilizar el lenguaje. El lenguaje, a su vez, está en la mente de cada integrante de la sociedad y es involuntaria y arbitraria. Esto ha despertado polémicas que aún hoy en día no pueden cerrarse.
El habla, en cambio, es individual y voluntaria ya que es la forma en la que usamos ese lenguaje disponible.

Según Saussure, la lengua es un sistema de signos que expresa una idea, a lo que podríamos completar diciendo que está en lugar de algo, que en este caso será la ideología (entendiendo a esta como conjunto de ideas o posiciones).

El Signo.

El signo es el resultado de la unión de un concepto con un objeto perceptible. Santo Tomás de Aquino, lo expone de la siguiente forma:
“Debemos considerar que en las cosas corporales las formas son particulares y tienen un ser material: en el entendimiento, por el contrario, son universales e inmateriales, como lo demuestra el modo de entender. En efecto: la inteligencia concibe las cosas de una manera universal e inmaterial: es así que el modo de entender debe ser proporcionado a las especies intelectuales por cuyo medio entendemos; luego puesto que nadie llega de un extremo a otro sino por el medio, necesario es que las formas de las cosas corporales lleguen al entendimiento por un medio cualquiera. Este medio son las potencias sensitivas, que reciben las formas de las cosas materiales sin el auxilio de la materia, a la manera que la especie de la piedra se produce en el ojo, pero no la materia.”
Extrapolando este párrafo podríamos afirmar que lo sensible son los signos, que se ponen en lugar de la materia, pero ante una forma universal de pensar (objeto insensible). Si la forma de trabajar es universal, las diferencias y luchas sociales se dan en el territorio del habla.

Saussure menciona además que toda lengua debe responder a dos principios: el de la arbitrariedad y el de la linealidad. El primero de estos principio se refiere a que muchas palabras tienen una imagen acústica que nadie discute pero que no responde a nada natural. Incluso si dijéramos que la naturaleza se llama así, no podríamos explicar a qué fenomenos responde la palabra “naturaleza”. Podría tener cualquier nombre y todo sería igual. La arbitrariedad la aceptamos en forma pasiva.
El segundo principio refiere a la linealidad. Dicho claramente, los sistemas linguísticos deben coordinar en una secuencia sus términos para que podamos entenderlos.
Por ejemplo, decir “los perros son el mejor amigo del hombre” responde a una linealidad que nos permite comprender el espíritu de la frase. Si alteráramos ello, no podríamos percibirlo. Por ejemplo “amigo el los perros hombres del”.
En los lenguajes no linguísticos en cambio, se da una no linealidad, por lo que se plantea el desafío de tratar de lograrla para que podamos captar el mensaje a transmitir. Cuando vemos un semáforo, estamos ante un mensaje no lingüístico, pero se pretende una linealidad en la sencuencia del rojo al verde (pasando por el amarillo) y viceversa. La linealidad la da el foco amarillo, que se convierte en el ariete entre el rojo (parar) y el verde (avanzar). Pero en la arquitectura, por ejemplo, si bien hay puntos de anclaje (puertas y ventanas) no existe necesariamente una linealidad.
Cuando habla de signos no linguísticos hace una ligera alusión (aunque hay sospechas por las traducciones y transcripciones que sus escritos han tenido en todo este tiempo) a los principios de sincronía y diacronía, equivalente al sistema del lenguaje en el primero de los casos y al uso posible en el segundo.
Aunque sus escritos al respecto han sido rescatados por sus alumnos (ya que Saussure no publicó nada en vida), la teoría del valor del signo ha sido usada en las teorías estructuralistas de la que ha sido padre (sin imaginarlo). Cuando manifiesta el valor de un signo, esto lo da por lo que no es.
El término “rojo” responde positivamente a que es un color y negativamente a un animal, país, temperatura, etc. Eso lo hace muy preciso y valioso. Un término como “humano”, en cambio, bien podría ser ser viviente, hombre o mujer, mamífero, bípedo, conducta, homo sapiens, etc, por lo que pierde valor en cuanto a su imprecisión.
Cuando los estructuralistas estudian algo, lo comparan con lo que no es, remitiéndose al juego de oposición de los términos linguísticos.

Extraído de do Campo Spada, Daniel
"La Comunicación como Organon de la Existencia"
.
Buenos Aires. Ediciones El Garage. 2004